Mercurio, 33 años después
Es sin duda el más rápido, no en vano era el mensajero del mismísimo Júpiter, además de dios de los viajeros. Pero su fama le vino por ser el preferido de los comerciantes, a los que protegía en sus caminos por las, en ocasiones, peligrosas calzadas romanas. Siempre y cuando dicho comerciante portara en su carreta una pequeña reproducción de este dios, previo paso por la caja del templo, claro. Estos fueron motivos más que suficientes para que ese pequeño planeta, tan rápido, esquivo y cercano al sol, fuera bautizado por los astrónomos romanos como Mercurio. Efectivamente, es el más pequeño de los planetas terrestres (una vez expulsado Plutón de la familia), el más cercano al sol y el más rápido.
Es un planeta del que sabemos menos de lo que creemos. Entre 1.974 y 1.975 la sonda Mariner 10 lo visitó en tres fugaces sobrevuelos, el más cercano de ellos a 325 kilómetros de altura. Tomó un total de 10 fotografías del planeta. Y solo de una parte de un hemisferio del mismo. Pero esta escasez de imágenes de Mercurio acaba hoy. La sonda Messenger sobrevuela hoy Mercurio a muy poca distancia. Hoy mismo tendremos más datos e imágenes sobre el planeta de lo que hemos obtenido en toda la historia anterior de la exploración espacial.
Mercurio es un cuerpo en principio similar, visualmente, a nuestra luna. Carece prácticamente de atmósfera y es geológicamente inactivo, por lo que su superficie está cubierta de cuencas de impacto. Ha sido bombardeado durante millones de años por miles y miles de meteoritos, que le han dado forma. Hay una cuenca que mide casi una tercera parte del diámetro de Mercurio. El impacto fue tan energético que justo en las antípodas de esta cuenca se pueden observar unas cordilleras bautizadas como “Terreno Extraño”, causadas por las ondas generadas por el encontronazo planetario. Su cercanía al sol le está robando el día, tal y como le sucedió hace ya tiempo a nuestra luna. En la luna nunca se pone la Tierra, siempre permanece estática en el mismo punto del cielo selenita. Algo parecido le sucede a Mercurio con el sol. Las fuerzas de marea producidas por el sol le han ido robando energía del movimiento de rotación. En la actualidad, gracias a la enorme excentricidad de su órbita, tiene una resonancia 2:3, por lo que Mercurio da dos vueltas a sol por cada tres vueltas sobre si mismo.
Pero ahí se acaban las similitudes con nuestro satélite. Es un planeta denso, casi tanto como la Tierra, pesado, el más abundante en hierro. La temperatura en su superficie alcanza los 350ºC durante el día, bajando hasta los -170ºC por la noche. Este gran gradiente térmico provoca una ligera erosión que da a los cráteres de Mercurio un aspecto más viejo del real, algo que despistó a los científicos durante bastantes años.
Mercurio es difícil de observar para los astrónomos aficionados, debido a su gran cercanía al sol. Pero nos regala un par de entretenimiento que nunca están de más. En primer lugar, sus fases. Como la luna, Mercurio también lo podemos observar en fase nueva, creciente y menguante. Nunca lo veremos lleno, pues entonces está al otro lado del sol y éste nos ciega. El segundo entretenimiento es el tránsito de Mercurio. Esto es su paso justo por delante del sol, visto desde la Tierra. Cuando esto sucede, podemos ver (ayudados por el filtro solar correspondiente, claro), un puntito que va recorriendo poco a poco el disco solar durante unos minutos.
Hoy, más de treinta años después, volvemos a Mercurio. Es un vuelo rápido y rasante, parte de una maniobra de inserción orbital que no terminará hasta dentro de más de tres años. Pero hasta entonces, ya tendremos una gran cantidad de datos para analizar y deleitarnos con nuevos conocimiento. En 2.011 un mensajero humano llegará junto al heraldo de los dioses, esta vez para quedarse.
Es un planeta del que sabemos menos de lo que creemos. Entre 1.974 y 1.975 la sonda Mariner 10 lo visitó en tres fugaces sobrevuelos, el más cercano de ellos a 325 kilómetros de altura. Tomó un total de 10 fotografías del planeta. Y solo de una parte de un hemisferio del mismo. Pero esta escasez de imágenes de Mercurio acaba hoy. La sonda Messenger sobrevuela hoy Mercurio a muy poca distancia. Hoy mismo tendremos más datos e imágenes sobre el planeta de lo que hemos obtenido en toda la historia anterior de la exploración espacial.
Mercurio es un cuerpo en principio similar, visualmente, a nuestra luna. Carece prácticamente de atmósfera y es geológicamente inactivo, por lo que su superficie está cubierta de cuencas de impacto. Ha sido bombardeado durante millones de años por miles y miles de meteoritos, que le han dado forma. Hay una cuenca que mide casi una tercera parte del diámetro de Mercurio. El impacto fue tan energético que justo en las antípodas de esta cuenca se pueden observar unas cordilleras bautizadas como “Terreno Extraño”, causadas por las ondas generadas por el encontronazo planetario. Su cercanía al sol le está robando el día, tal y como le sucedió hace ya tiempo a nuestra luna. En la luna nunca se pone la Tierra, siempre permanece estática en el mismo punto del cielo selenita. Algo parecido le sucede a Mercurio con el sol. Las fuerzas de marea producidas por el sol le han ido robando energía del movimiento de rotación. En la actualidad, gracias a la enorme excentricidad de su órbita, tiene una resonancia 2:3, por lo que Mercurio da dos vueltas a sol por cada tres vueltas sobre si mismo.
Pero ahí se acaban las similitudes con nuestro satélite. Es un planeta denso, casi tanto como la Tierra, pesado, el más abundante en hierro. La temperatura en su superficie alcanza los 350ºC durante el día, bajando hasta los -170ºC por la noche. Este gran gradiente térmico provoca una ligera erosión que da a los cráteres de Mercurio un aspecto más viejo del real, algo que despistó a los científicos durante bastantes años.
Mercurio es difícil de observar para los astrónomos aficionados, debido a su gran cercanía al sol. Pero nos regala un par de entretenimiento que nunca están de más. En primer lugar, sus fases. Como la luna, Mercurio también lo podemos observar en fase nueva, creciente y menguante. Nunca lo veremos lleno, pues entonces está al otro lado del sol y éste nos ciega. El segundo entretenimiento es el tránsito de Mercurio. Esto es su paso justo por delante del sol, visto desde la Tierra. Cuando esto sucede, podemos ver (ayudados por el filtro solar correspondiente, claro), un puntito que va recorriendo poco a poco el disco solar durante unos minutos.
Hoy, más de treinta años después, volvemos a Mercurio. Es un vuelo rápido y rasante, parte de una maniobra de inserción orbital que no terminará hasta dentro de más de tres años. Pero hasta entonces, ya tendremos una gran cantidad de datos para analizar y deleitarnos con nuevos conocimiento. En 2.011 un mensajero humano llegará junto al heraldo de los dioses, esta vez para quedarse.
Última imagen antes del sobrevuelo de Mercurio
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