"Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo." Arthur C. Clarke

martes, 26 de junio de 2007

Otra humanidad: homo neanderthalensis

Hubo un tiempo donde convivieron dos especies humanas diferentes en nuestro planeta. Diferentes pero perturbadoramente similares. En ambos brillaba la inteligencia en sus ojos. Unos éramos nosotros mismos y los Otros (como los llaman en la serie literaria “Los Hijos de la Tierra”, de Jean M. Auel), la otra humanidad, eran los hombres de Neandertal, una rama paralela en el árbol evolutivo. Una rama que guarda muchos secretos.

Mucho se ha escrito ya sobre estos hombres y mujeres, mucho se ha investigado desde el descubrimiento en el valle del río Neander (Alemania) en 1856, de los primeros fósiles de nuestros hermanos evolutivos, y su desaparición sigue envuelta en el misterio. Para hacernos una idea de nuestro parecido os lanzo una pregunta: ¿Sabríais diferenciar un elefante africano de uno asiático (dejando a un lado el acento, por supuesto...)? Pues genéticamente son mucho más diferentes entre sí que nosotros y los neandertales. Eran tan humanos como nosotros.

Hombres de baja estatura y gran musculatura, extremadamente fuertes, con una complexión física envidiable, muy bien adaptados al entorno europeo que les tocó vivir. Con nariz grande y bulbosa, ausencia de barbilla y frente huidiza, poseían el mayor cerebro que ha dado toda la rama de los homínidos, con unos 1500cc, unos 100cc mayor que el nuestro. Eran inteligentes, muy inteligentes, pero de una inteligencia diferente a la nuestra. Fabricaban herramientas y utensilios complejos, pero el modo de empleo ya marca una diferencia cognitiva frente a nosotros: sus herramientas eran mucho más especializadas, no tenían herramientas de propósito general, como las fabricadas mayoritariamente por el homo sapiens. Tenían diferentes herramientas para cortar carne, raspar, trabajar la madera, etc.

Dominaban el fuego, cazaban con flechas, y en grupo, animales imponentes como el mamut, el tigre cavernario o el oso cavernario. Recolectaban frutas y conocían los ritmos naturales de la luna, el sol y las estrellas para predecir estaciones, migraciones o floraciones. Tenían un sistema social basado en clanes, al igual que nosotros, incluso en algunos casos se especializaban laboralmente, lo que indica una sofisticación muy importante al depender la supervivencia de cada individuo del trabajo del resto del grupo. Curtían pieles de animales para cubrirse, transformaban las vejigas y estómagos de sus presas en odres, cuidaban de sus enfermos y ancianos.

Posiblemente poseían un lenguaje articulado complejo, con sonidos diferentes a los nuestros debido a la poca longitud de su faringe. Esa es una clave para comprenderlos, el lenguaje, esa abstracción catalizadora de la inteligencia. Eran como nosotros. O casi. Poseían primitivos ritos funerarios, lo cual indica un sentimiento de apego y de pérdida. Pero a pesar de todo carecían casi completamente de símbolos. Esa diferencia en los yacimientos, que en principio puede parecer trivial o anecdótica, encierra la gran y profunda diferencia entre ellos y nosotros. La abstracción, el simbolismo, la representación de la realidad. Una inteligencia esencialmente diferente a la nuestra, nos muestra la diversidad cognitiva que puede llegar a existir . Diferentes formas que encontró la naturaleza para adaptarse a un entorno hostil. Esa menor capacidad de abstracción se tradujo en una menor complejidad social que sus hermanos los sapiens, y esto posiblemente les condujo a perder la carrera por la supervivencia cuando el fin de la última era glacial cambió radicalmente su entorno.

Ésta es una de las teorías que explican la extinción de la rama homo más cercana a la nuestra, pero hay muchas otras, y se sigue investigando el motivo de la desaparición de una especie con mejor complexión física que nosotros y por lo menos con una inteligencia similar. Aunque claro, siempre nos quedará el principio antrópico para explicarlo, si no, no estaríamos leyendo esto. O tendríamos la frente huidiza...

6 comentarios:

Blanca dijo...

No se diferencian tanto de nosotros, adivagar. Muchas veces pienso que somos apenas más que neandertales o cromañones... con una diferencia peyorativa en nuestra contra y es la ausencia de inocencia y exceso de malicia que ya forma parte de nuestra carga genética... lamentablemente.

Anónimo dijo...

Dos preguntitas:
1. ¿Estás seguro de que realmente se han extinguido estos neardentales?
2. Lo que observo día a día me lleva a hacerte otra pregunta: ¿No estaremos ya en cierta involución?

Fuera de bromas: Es muy enriquecedor plantearse estas cuestiones porque nos hace tener conciencia de lo poco que sabemos de tantas cosas. Observación que contrasta curiosamente con la falsa ilusión de la modernidad que consiste en creer que lo sabemos todo. Por ejemplo os planteo una pregunta ¿no os hace pensar el hecho de la importancia que tiene ,en el campo de la historia y de las lenguas, la Piedra Roseta? A mí este hecho lo que me dice es lo mismo: Qué poquito sabemos y cuánto creemos saber. ¿Responderá esto, en parte, a las dos cuestiones que proponía?

Adivagar dijo...

Hola Blanca. Realmente se parecían mucho, tanto unos como otros. Pero sospecho que ellos también tendrían su buena carga de malicia... Parece que es una ventaja evolutiva...

Adivagar dijo...

jajaja! Enrique, es cierto, yo veo alguno que otro casi cada día. Sobre todo en la tele diciendo barbaridades.

Y lo de la piedra roseta es interesante, porque gracias a una pura casualidad hemos podido descifrar los jeroglíficos y conocer bastante bien la historia de Egipto. Pero bueno, realmente sabemos muy, muy, muy poco de todo lo que nos rodea. Vale, pondré un día de estos una entrada con esa falsa sensación de conocimiento que tenemos, puede ser interesante. Aunque mañana toca carnavales. Creo que voy a poner una del yuyu...

Anónimo dijo...

Vale, empiezo yo:
El baile del brecdans yo lo inventé porque resbalé en la dusha, tropesé con la babusha, me clavé el pestillo, me clavé un cushillo, me volví a caé y di tres voltereta sin sabé porqué...

Adivagar dijo...

"que una que do y que tre, tal como iba cayendo di la media vuelta, dejando señalao to los diente en la bañera. Cuatro, cucucuatro, vamono pal dentista que me partio cuatro"

Vale, vale, lo buscaré. Es parte del popurrí de "horror horroroso en la casa del terror terrorífico", una chirigota creo que del 87... Me lo has puesto dificil, eh?

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