"Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo." Arthur C. Clarke

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Érase una vez la vida

Hace mucho, mucho tiempo... realmente una cantidad inconcebible de tiempo, 3.800.000.000 años, en un lugar muy poco acogedor, tuvo lugar un suceso de vital importancia para nosotros. Nos encontramos en un planeta cálido y húmedo, de atmósfera densa y sofocante. Y carente absolutamente de oxígeno. Este planeta, muy joven, hacía apenas unos pocos millones de años que había solidificado su superficie, pasando a estar completamente cubierta por un enorme océano de agua. Agua muy caliente y alborotada, con millones de chimeneas hidrotermales que la hacían hervir en todos los rincones del planeta. Y sobre ese océano, una atmósfera con suficiente ácido clorhídrico y ácido sulfúrico como para corroer nuestras ropas y quemarnos la piel en pocos segundos, sin oxígeno que respirar, sofocantemente densa, con una presión muy superior a la actual, y oscura, pues la luz de un sol más débil que el actual apenas era capaz de atravesar aquella espesa atmósfera. Oscuridad, rota rítmicamente por gran cantidad de rayos y relámpagos. Era un ambiente terriblemente hostil para la vida, pero paradójicamente el ideal para la aparición de la misma.

Esta visión que hoy conocemos está muy alejada de la idea de caldo o sopa primordial que nos legó Darwin. La vida no apareció en un cálido charquito al sol regado de aminoácidos, sino en el agua hirviente de una caldera oceánica en un planeta caliente, sofocante, ácido y asfixiante. En ese ambiente se formaron, podríamos decir que de forma casi milagrosa, unos cuantos aminoácidos. El paso de aquí a la primera célula viva es más milagroso aun, pues las reacciones químicas necesarias, el paso de monómeros a polímeros, no se puede realizar en un medio acuoso, que nosotros sepamos. Pero así sucedió. Ésta sigue siendo hoy día una de las muchas preguntas sin resolver que tiene la ciencia por delante. Es como si echas una cucharada de azúcar en un vaso de agua y se forma espontáneamente un terrón de azúcar. Pero lo cierto es que sucedió, y sucedió muy rápido.

No sabemos cuantas veces se produjo el milagro, suponemos que una infinidad, hasta que un buen día, en un determinado momento, una de esas bolsas de material orgánico de breve existencia realizó algo nuevo y extraordinario, impensable hasta el momento. Se dividió. Reprodujo su material genético y formó dos pequeñas y frágiles bolsitas de material orgánico. Una pequeña masa de material genético pasó de una entidad viva a otra, y desde entonces no ha dejado de hacerlo. De ese pequeño milagro surgió absolutamente toda la vida que cubre hoy nuestro planeta, animales y plantas, hongos, reptiles, tréboles, seres humanos, atunes, virus, bacterias, águilas, medusas, secuoyas, gusanos, elefantes, todo lo que alguna vez ha estado vivo sobre la faz de la tierra o surcando mares o volando por la atmósfera proviene de esa modesta célula que un día cambió para siempre el destino de este planeta. Toda la vida es una.

Y realmente no hace falta mucho para la vida, carbono, nitrógeno, hidrógeno, oxígeno y una pequeña cantidad de algunos otros elementos. Nada que no puedas encontrar bajo tus pies en un picnic en el campo. Con ellos podrás fabricar un ser vivo, desde una ameba hasta un ser humano o una sandía. Y todos hablamos el mismo lenguaje, todos hemos sido fabricados con el mismo sistema de planos, las mismas instrucciones con algunos cambios aquí y allí, el ADN. Una molécula que nació hace 3.800.000.000 y que desde entonces sigue viva, autorreplicándose incansablemente y dando esa vida a nuevas criaturas. Por supuesto, esa primera criatura que no ha dejado de multiplicarse es la última de la fila familiar.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¡vaya! ¡Qué Gran Casualidad esto de la vida!

Adivagar dijo...

¿Gran Casualidad, así, con mayúsculas? Hombre, yo no digo que sea una Gran Casualidad, creo más bien en una Gran Causalidad en las leyes físicas subyacentes a la existencia del universo. El universo ha sido creado con unas leyes que hacen inevitable la aparición de la vida y la transformación de ésta en inteligencia, por lo menos así lo veo yo. El nombre y la forma que se la quiera poner a esa Gran Causalidad ya es tema de una buena discusión. Precisamente me gusta remarcar lo de "milagroso" porque yo no creo mucho en las casualidades en este campo... La vida es causa de un efecto.

Súmmum dijo...

¿Podría decirme dónde se ha documentado al respecto?

Se lo digo porque mucha gente a buen seguro no admite esta tesis, no es mi caso aunque es un tema que me ofrece dudas.

Adivagar dijo...

Summum, si puede concretar más, ¿en qué punto de la entrada no está de acuerdo? ¿composición de la atmósfera, calderas hidrotermales, presión atmosférica? ¿quizá por no hacer referencia a la panspermia? ¿O se refiere a los comentarios y la causalidad antes que la casualidad?

Anónimo dijo...

Hola Adivagar, grato de estar aquí para enterarme. ¡Que interesante! Un abrazo desde Venezuela, saludos a todos, Martha Colmenares

Anónimo dijo...

De acuerdo, todo tiene una causa y tiene que haber una causa primera.
Y por supuesto, esta causa tiene que ser distinta y externa a lo causado.

Adivagar dijo...

Efectivamente, por lo tanto se escapa del dominio de la ciencia.

Gemma dijo...

Leyendo tu entrada tan científica y bien argumentada, no he podido evitar maravillarme ante ese gran misterio que es la vida.

Saludos cordiales.

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